Para no Dormir la Siesta: LOS GOLPES DEL PERIODISMO Y LOS PAJARITOS NARRATIVOS

lunes

LOS GOLPES DEL PERIODISMO Y LOS PAJARITOS NARRATIVOS

Dedicado con afecto a todos los estudiantes de periodismo que no deberían serlo.

Un alumno de periodismo alguna vez expresó: “mi fuerte no es escribir” (nerviosa criatura de dios).
Algunos periodistas de alma bufónica animan las tertulias mañaneras de los programas matinales de la televisión, otros ofician de teloneros catetes de partidos de fútbol y amistosas reporteras de la adulación muestran sus caderas forradas en intensas entradas de cámara explicando la importancia de amarrar el pareo con un doble nudo. Desde la seriedad de las salas de redacción y emisiones al aire, se lanzan a la atmósfera mensajes de la siguiente factura: “su punto álgido alcanzaron las fuerzas vivas de la ciudad... nada más y nada menos que la defensa de las víctimas inocentes...”
la verdad subjetiva e irrestricta debe ser el objetivo primario... pero la verdad... la verdad... es que la función periodística recibió un garrotazo justo en uno de los parietales, allá en alguna década perdida del siglo veinte. Y cuando caía de bruces le dieron, para rematarla, justo en la mollera con una bolsa de gato[1]. Ese incidente separó definitivamente al periodismo del trabajo intelectual, de ser un referente en el àmbito de las ciencias sociales. Perdió lo fundamental, trabajar como mediador social para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y se convirtió en un engendro de dos cabezas, donde una apela a su condición de víctima y coquetea con la farándula y la otra se colude con el empresariado de las comunicaciones; depredadores de criterios y pedofílicos culturales.
Claro que existe periodismo serio, investigador y comprometido (periodismo serio, investigador y comprometido deberían ser conceptos redundantes), pero es cada vez más localizado y aislado. Ya es casi la excepción que confirma la regla. No se investiga ni se denuncia a la clase gobernante porque jamás se muerde la mano que da de comer, versa la creencia.
Podemos crear un mamotreto para expresar las funciones y cualidades, desde el deber ser, de los y las periodista y llenarlo de buenas intenciones. Es estéril abanderar esta propuesta desde el rango ético. Puede ser más concreto develar las habilidades profesionales que, podría-debería, lucir un periodista.
Lo obvio es que un periodista debe construir toda su gestión desde el lenguaje. Dominar los formatos y los recursos mediales para desarrollar el lenguaje como una herramienta de cambio social desde un quehacer metodológico que otorgue a su gestión credibilidad y rango intelectual (esto no tiene relación con gestos academicistas o hermetismos lingüísticos).
La contextualización de las abstracciones, narrarle el mundo al mundo, describir lo que uno ve a alguien que no lo ve, eso es, en definitiva, el génesis del gesto reflexivo y crítico. El uso profesional del lenguaje no es una seña intelectual opcional, es una obligación ineludible.
Cuando un periodista comienza a poner sus patitas en la literatura y lo hace con dignidad, le agrega a su obligación el goce estético del lenguaje, el afinamiento en la capacidad narrativa. Adquiere la capacidad de atrapar al lector por voluntad propia más allá de la contingencia noticiosa. Algunos podrán decir que escribir sobre fábulas, invenciones o anécdotas trastocadas no es función periodística pero nadie escribe sobre la mentira, siempre se escribe sobre lo vivido; aunque este algo velado, protegido o recontextualizada.
Un tipo de periodismo puede instalarse, sin permiso, en los géneros literarios, claro está; como un descendiente ilegítimo que debe asumir la discriminación de su condición.
El escribir es una deliciosa obligación, el pensar es un derecho, el periodismo de verdad es una actitud (más que una pasión es un sentimiento, diría la frustración futbolera)... por ahora es un acto de fe esperar que a la profesión se le diluya el coágulo en el cerebro y se recupere de la golpiza que aún le duele a toda la población.
[1] Se denomina bolsa de gato, de acuerdo a los criterios del hampa, a golpear en la cabeza a un individuo o individua con, efectivamente, una bolsa de material resistente que este rellena de diversos objetos lo suficientemente contundentes y peligrosos para causar un daño neuronal permanente, como: piedras filudas, ladrillos, neoliberalismo caníbal, vidrio molido, gobiernos militares, cadenas y promesas electorales.