Para no Dormir la Siesta: 11/25

lunes

TOCOPILLA: la telúrica de la porfía

El terremoto de Noviembre de 2007 afectó principalmente a dos poblados de Chile: Maria Elena y Tocopilla. El primero es una oficina salitrera (poblado adjunto a una faena de extracción de salitre y derivados), la última de su estirpe en el planeta. El terremoto fue un aliado estratégico de la empresa SQM que ahora tiene la mejor excusa para desalojar definitivamente a la última generación de habitantes del Desierto de Atacama.
Tocopilla es la ciudad emblemática del desastre. Este último movimiento de las placas terrestres sólo fue una calamidad más de una larga seguidilla de cataclismos políticos, económicos y ecológicos (y todos están interconectados).
Es necesario desempolvar la historia contemporánea de Tocopilla para dimensionar su situación actual, que es mucho más que casas derrumbadas y colas de mujeres esperando alimentos y frazadas. Hay varios denominadores comunes en las desgracias de esta ciudad, uno de ellos es la indiferencia sistemática hacia las problemáticas de Tocopilla. Más allá de que las autoridades asumen posturas mediáticas y la ayuda efectivamente está llegando, siempre han sido respuestas coyunturales.
Los medios de comunicación nacionales dieron la primera señal de esta característica: “MADRID, noviembre 16.- La prensa española publicó que -en un hecho inédito- la televisión chilena dejó de trasmitir imágenes de la zona norte del país, donde 15 mil personas quedaron damnificadas el miércoles por un terremoto grado 7,7 en la escala de Richter. De acuerdo a diario El Mundo, las pantallas de los cinco canales de televisión abierta sacaron de su programación a los pobres y desesperanzados de las localidades de Tocopilla y María Elena, a unos 1.500 kilómetros de Santiago. En su lugar, las estaciones televisivas emitieron historias de la farándula local y amoríos de futbolistas, además de litigios entre padres y vecinos.
Las radios, por su parte, difundieron música romántica y hablaron sobre la visita del cantante español Miguel Bosé a Chile. Sólo los diarios electrónicos mantuvieron la noticia en titulares. El Gobierno elevó a 15 mil el número de damnificados por el terremoto, que dejó dos muertos y 140 heridos.” http://www.hepatitico.blogspot.com/
Hay preguntas que son recurrentes en las opiniones de los que miran el problema de Tocopilla con postura crítica. ¿Qué se necesita para que se declare estado de emergencia?, ¿será porque le significaría al gobierno desembolsar una cantidad significativa de dinero ya comprometida en desaciertos centralistas como el Transantiago?
A las puertas de la Teletón, el mega negocio mejor camuflado de Chile, Tocopilla quedará nuevamente postergado. Más allá de las medidas primarias, las soluciones de fondo, para paliar el evento telúrico, es posible que no lleguen jamás. Así los graves problemas sanitarios que ya emergen, el incremento dramático de la cesantía, el endeudamiento masivo de la población, el cobro de intereses ante la imposibilidad de pago de los tocopillanos, los especuladores inmobiliarios que comprarán los terrenos por centavos, la derivación corrupta de los fondos de ayuda para “otras gestiones oficiales”, el incremento de la marginalidad socioeconómica y el enriquecimiento de los que lucran con las desgracias, no serán titulares de ningún medio periodístico sistémico.
Regresemos al Siglo Veinte para corroborar la tesis del estigma de ciudad golpeada y olvidada. Al igual que otras urbes del Norte de Chile Tocopilla fue testigo y parte del proceso de acumulación de fuerzas del movimiento de los trabajadores. Década tras década, la ciudad acogió a mancomunales, sindicatos, periódicos obreros y otras expresiones de organización popular. Como era de esperar, el apoyo a la Unidad Popular fue masivo y se expresó en una mayoría absoluta en las urnas. Tocopilla no sólo tuvo un presidente de izquierda, también tuvo un alcalde de las mismas características. El golpe de estado de 1973 fue en extremo brutal, dentro de un marco de brutalidad absoluta. No es un mito cuando se dice que cada familia tocopillana tiene un asesinado político, un detenido desaparecido o un exiliado. Las nuevas generaciones no recuerdan que una de sus avenidas principales, donde hoy hay una locomotora como monumento a la industria minera, existía una estatua de cuerpo entero de Luis Emilio Recabarren (uno de los próceres del movimento de los trabajadores chilenos) y que dicha avenida tenía el nombre del dirigente obrero. Aunque este dato, por estos días, es casi una anécdota histórica da cuenta del sentido de clase de la ciudad.
En el gobierno militar fue castigada sistemáticamente con la indiferencia y la represión. Los gobiernos de la Concertación no mejoraron la situación. Cíclicamente, la ciudad enarbola banderas negras como protesta ante falta de empleos y recursos económicos, es una forma de decir que Tocopilla ya está moribunda. La permanente contaminación de Codelco con su planta termoeléctrica le ha regalado uno de los índices más altos de cáncer en la Región y de otras enfermedades asociadas al uso de combustibles de bajo costo. Sus playas más cercanas son de arenas oscuras donde abundan los metales pesados.
Tocopilla no sólo está atrapada contra una elevada cadena montañosa costera, sus habitantes también lo están. Sólo algunos privilegiados pueden acceder a estudios superiores. Sólo los hijos de los trabajadores de la empresa Codelco tienen acceso a recursos directos para la formación académica. Para la gran mayoría queda la posibilidad de subempleos a través de empresas contratistas y de servicios asociados a la minería. La deserción escolar es alta y los espacios de emprendimiento están definidos por los intereses de las compañías mineras y de la clase política local.
Este panorama no es diferente al de muchas ciudades del país. Calamidades ocultas tras un estilo de vida impuesto por el neoliberalismo, escenarios de cartón y materiales desechables donde se exacerba el consumismo y un desarrollo esquizofrénico. Pero la particularidad de Tocopilla es que existe en un lugar del planeta donde la vida es imposible. Se desarrolló sólo por los intereses industriales y la porfía de sus habitantes. Ahora es una ciudad que el sistema desechó, no sólo porque ya no es un espacio productivo significativo, sino porque tuvo la dignidad histórica de establecerse como un conato de lucha social. De eso, hoy queda la rebeldía y el arraigo de los tocopillanos que establecen sus necesidades y anhelos en sobrevivir; desde los requerimientos económicos básicos y también desde una dimensión cultural, es decir, desde la defensa de su identidad y de su historia. Tocopilla existe solamente porque existen tocopillanos.